¡¡VIVA EL VINO!!
Que la zona acordonada esté separada por una cinta que puedes encontrar en cualquier obra solo puede ocurrir en Las Gaunas. Que el segundero del videomarcador cuente de tres en tres solo puede acaecer en Las Gaunas. Que puedas ir al bar del interior de un estadio y pedir tranquilamente una cerveza o llevarte cinco del tirón solo puede suceder en Las Gaunas. Y que puedas bebértela de pie en los vomitorios mientras hablas no solo con la gente sino con los propios nacionales como si estuvieras en medio de un botellón solo puede pasar en Las Gaunas.
“Gol en Las Gaunas”
Es la frase famosa que se hizo célebre en la radio deportiva española en los 80 y los 90 y que simboliza la emoción de ese sonido morse que significaba que el marcador se había movido en algún campo de España. Campos de España, únicos y genuinos, tan diferentes y característicos que, como el Coliseo (que es otro estadio más) en Roma, en un futuro serán visitados cual Catedral o Plaza Mayor. En Logroño ya lo han conseguido, su recinto deportivo ya recibe tantas visitas turísticas como la misma Calle Laurel o centro histórico.
Y eso que el Nuevo Las Gaunas no tiene nada que ver que el mítico Las Gaunas, que fue destruido. El de hoy en día es una instalación propia del siglo XXI, funcional y uniforme, bastante amplio como para acoger de vez en cuando partidos de la selección española. Situado en las afueras de la ciudad, a orillas de la circunvalación, es decir a 20 minutos del centro andando, en la actualidad se ayuda del Palacio de los Deportes que tiene al lado para que sus aficionados puedan pagar por un partido de Segunda División B. Más que nada porque el mayor aliciente deportivo en la ciudad está en el balonmano y el Naturhouse La Rioja.
“Gol en Las Gaunas”
Es la frase famosa que se hizo célebre en la radio deportiva española en los 80 y los 90 y que simboliza la emoción de ese sonido morse que significaba que el marcador se había movido en algún campo de España. Campos de España, únicos y genuinos, tan diferentes y característicos que, como el Coliseo (que es otro estadio más) en Roma, en un futuro serán visitados cual Catedral o Plaza Mayor. En Logroño ya lo han conseguido, su recinto deportivo ya recibe tantas visitas turísticas como la misma Calle Laurel o centro histórico.
Y eso que el Nuevo Las Gaunas no tiene nada que ver que el mítico Las Gaunas, que fue destruido. El de hoy en día es una instalación propia del siglo XXI, funcional y uniforme, bastante amplio como para acoger de vez en cuando partidos de la selección española. Situado en las afueras de la ciudad, a orillas de la circunvalación, es decir a 20 minutos del centro andando, en la actualidad se ayuda del Palacio de los Deportes que tiene al lado para que sus aficionados puedan pagar por un partido de Segunda División B. Más que nada porque el mayor aliciente deportivo en la ciudad está en el balonmano y el Naturhouse La Rioja.
LAS BAJAS INICIALES
Con una gastroenteritis de caballo y décimas de fiebre, la Primera Dama decidió no levantarse de la cama. Muy a su pesar, ni ella ni su hija Iratxe irían a Logroño, poniendo en compromiso el desplazamiento en su totalidad. Solo su insistencia provocó que “Sevillismo en Madrid” una vez más estuviera representado en un desplazamiento sevillista. Tras el Ciutat de Valencia, Turín, Manchester y Villarreal, era el turno de la capital riojana. En esta ocasión, serían los dos máximos representantes, Presi y Vicepresidente, mano a mano, los que se animarían en esta aventura.
En menos de tres horas, vía Soria y descendiendo por el puerto Piqueras tras sortear muñecos con banderas, nos plantábamos en La Rioja. El coche ganador de la Fórmula 1 puso en duda que el mejor camino para llegar a Logroño fuera por Burgos. Tras un breve por el estadio donde solucionamos una pequeña confusión con las entradas, nos encaminamos hacia el hotel y compramos los vinos de recuerdo (crianzas y reservas) que nos habían encomendado nuestros familiares y amigos. En el mismo hotel también tuvimos que solucionar la anulación de la habitación para que Jaime y Quique durmiesen juntos cual matrimonio.
En menos de tres horas, vía Soria y descendiendo por el puerto Piqueras tras sortear muñecos con banderas, nos plantábamos en La Rioja. El coche ganador de la Fórmula 1 puso en duda que el mejor camino para llegar a Logroño fuera por Burgos. Tras un breve por el estadio donde solucionamos una pequeña confusión con las entradas, nos encaminamos hacia el hotel y compramos los vinos de recuerdo (crianzas y reservas) que nos habían encomendado nuestros familiares y amigos. En el mismo hotel también tuvimos que solucionar la anulación de la habitación para que Jaime y Quique durmiesen juntos cual matrimonio.
LAUREL
El próximo y único objetivo era la calle Laurel. Allí nos encontraríamos a los 120 desplazados que viajaron en avión al lado de los jugadores. Comenzamos con el tinto y con los pintxos, era la hora de comer y no se podía perdonar. Poco a poco, y tras un breve receso, entablaríamos conversación con nuestros compañeros de sufrimiento.
Posteriormente, nos daríamos cuenta que los sevillistas no solo serían los del avión, también estaban Biris, o los provenientes desde Madrid como Ale, el hijo de Monchi, con el que estaríamos todo el día. Él nos presentó a María, de la peña a 1000km de Barcelona (al que ya muchos conocen), y Ángela, sevillista oriunda de Nájera. Sevillismo en la distancia puro y duro.
Unos cinco pintxos nos metimos al cuerpo cada uno. Un servidor empezó con tinto, siguió con rosados, se deterioró al blanco y terminó con afrutados (sí, lamentable). Nuestros amigos Biris se fueron a echarle dinero al parquímetro. Mientras, las peñas traían loterías para vender. Compramos, pero no vendimos. No trajimos porque no queremos compartir nuestra riqueza. Compramos en uno de los bares de Laurel. En el de la peña madridista no, en el que ponían Cruzcampo sí. En ése donde estaba el grueso de la expedición. Jaime pagó los 21 euros que valía el décimo dos veces. Alguien se quedó con su dinero en la barra y la camarera protestó.
Los momentos de tensión y emparanoiamiento pasaron a mejor vida cuando nos echaron a las 16:30 h. Porque en esta calle clásica e histórica todos los bares cerraban a las 16:30 h.
Y se revirtió la situación porque Jaime dio pena a la camarera y nos invitó…. A TODO. Un aplauso por favor. En especial, al menor de los Martínez que nos advirtió que nos iban a clavar.
Posteriormente, nos daríamos cuenta que los sevillistas no solo serían los del avión, también estaban Biris, o los provenientes desde Madrid como Ale, el hijo de Monchi, con el que estaríamos todo el día. Él nos presentó a María, de la peña a 1000km de Barcelona (al que ya muchos conocen), y Ángela, sevillista oriunda de Nájera. Sevillismo en la distancia puro y duro.
Unos cinco pintxos nos metimos al cuerpo cada uno. Un servidor empezó con tinto, siguió con rosados, se deterioró al blanco y terminó con afrutados (sí, lamentable). Nuestros amigos Biris se fueron a echarle dinero al parquímetro. Mientras, las peñas traían loterías para vender. Compramos, pero no vendimos. No trajimos porque no queremos compartir nuestra riqueza. Compramos en uno de los bares de Laurel. En el de la peña madridista no, en el que ponían Cruzcampo sí. En ése donde estaba el grueso de la expedición. Jaime pagó los 21 euros que valía el décimo dos veces. Alguien se quedó con su dinero en la barra y la camarera protestó.
Los momentos de tensión y emparanoiamiento pasaron a mejor vida cuando nos echaron a las 16:30 h. Porque en esta calle clásica e histórica todos los bares cerraban a las 16:30 h.
Y se revirtió la situación porque Jaime dio pena a la camarera y nos invitó…. A TODO. Un aplauso por favor. En especial, al menor de los Martínez que nos advirtió que nos iban a clavar.
CUESTA ABAJO Y SIN FRENOS
Pasamos de unos 15 grados a tres en todo este tiempo siguiente. Un bajón de temperatura que contrarrestamos de la manera más eficaz posible. A copazos. Nos quedaban todavía cuatro horas de previa, como mínimo. Ángela tenía amigos en Logroño y decidió compartirlos con nosotros, por lo que el grupo aumentó al calor de las estufas de llamas en la terraza. Chavales muy majos e hinchas del Logroñés desde que era CD antes de desaparecer. Recordamos de esa manera tiempos mejores, donde abundaban más los bigotes y los nombres bizarros, que el fútbol moderno y los jugadores fibrosos.
La cosa fue, lógicamente, a peor. Para entonces James ya había hablado varias veces con su nueva churri. El vice se pasó todo el viaje colgado al teléfono, pero mantuvo la compostura en todo momento. En especial, cuando ya nos disponíamos ir al fútbol.
Pasando por una churrería y en busca de un chute de azúcar, nuestro admirado cuarentón quería un churro, solo un churro, y “ese churro”. “No me hagas nada, quiero ese churro, aunque este frío, ese churro por favor”. “No no no no, no quiero media docena, quiero ese churro”.
Llevábamos más de cinco horas bebiendo y las conversaciones empezaban a ser surrealista, como el tema de los kilos en la mujer. Muy profundo. En estas llegamos a Las Gaunas, no sabemos como pero lo conseguimos. Y fuimos al bar más cercano para apurar el tiempo en forma de copas. ¿Había que entrar antes para poner la pancarta? Sí ¿Lo hicimos? No. Dentro de un ambiente cordial, ese bar aledaño estaba atestado de personas.
Dos de ellas eran integrantes del Diamante Rioja, equipo de fútbol sala femenino que se quedaron sorprendidas por todo lo que sabía el presi acerca de ellas, o por las conclusiones del vice sobre el deporte femenino en España. Conversaciones sobre lo divino y lo humano, y al estadio.
La cosa fue, lógicamente, a peor. Para entonces James ya había hablado varias veces con su nueva churri. El vice se pasó todo el viaje colgado al teléfono, pero mantuvo la compostura en todo momento. En especial, cuando ya nos disponíamos ir al fútbol.
Pasando por una churrería y en busca de un chute de azúcar, nuestro admirado cuarentón quería un churro, solo un churro, y “ese churro”. “No me hagas nada, quiero ese churro, aunque este frío, ese churro por favor”. “No no no no, no quiero media docena, quiero ese churro”.
Llevábamos más de cinco horas bebiendo y las conversaciones empezaban a ser surrealista, como el tema de los kilos en la mujer. Muy profundo. En estas llegamos a Las Gaunas, no sabemos como pero lo conseguimos. Y fuimos al bar más cercano para apurar el tiempo en forma de copas. ¿Había que entrar antes para poner la pancarta? Sí ¿Lo hicimos? No. Dentro de un ambiente cordial, ese bar aledaño estaba atestado de personas.
Dos de ellas eran integrantes del Diamante Rioja, equipo de fútbol sala femenino que se quedaron sorprendidas por todo lo que sabía el presi acerca de ellas, o por las conclusiones del vice sobre el deporte femenino en España. Conversaciones sobre lo divino y lo humano, y al estadio.
EL PARTIDO
En la cola para entrar, y casi sobre la hora, el Vice le dijo al Presi: “Como pongas la pancarta, te como el nabo”. Sin ánimo de que cumpliera la apuesta a rajatabla, Quique no tuvo problemas en pasar de Preferencia a la zona visitante recorriéndose medio estadio por dentro. Dejó a Jaime hablando con sevillistas, y él solo se encargó de colocar la pancarta bien visible cerca de la esquina. Volvió otra vez a Preferencia para recoger a su compañero de aventuras que ya le estaba llamando y espetarle señalando a la pancarta colgada: “¿Qué me vas a comer el qué…?”. James, una vez más, se la tuvo que envainar.
Nos fuimos con la chavalería. Nos habíamos hecho amigos de la gente que se ocupaba del control en Las Gaunas y, con facilidad, nos pusimos en la esquina. A partir de ahí, nos encontramos con Ale, María y Ángela, que no se tomaron muy bien un piropo que les lanzó Jaime nada más llegar. El propio Vice se encargó de “cagarse en la puta madre del linier, puto calvo de mierda” mientras lanzábamos un corner. En ese saque de esquina marcamos el primer gol. Los Biris, que habían traído todas las pancartas habidas y por haber, se cachondearon de la increpación de un calvo a otro calvo y el producto final en forma de gol.
Se animó. El ambiente fue más distendido y conocimos a los miembros de la peña sevillista de Zaragoza, con los que compartimos las cervezas que reflejamos al principio de la crónica. Alguno se perdió algún gol que otro, más que nada porque del encuentro nos enterábamos más bien poco. Al descanso, intentamos echarnos una foto con nuestra pancarta entregando la cámara a un recogepelotas. Se logró en segundo intento, porque en el primero un nacional se había abalanzado sobre Jaime de no muy buenas maneras invitándole a que no se saltara la zona acotada. Lo anecdótico del asunto es que Quique no recibió tal reprimenda haciendo exactamente lo mismo.
El clima, entonces, se enrareció. Fue de repente en la segunda mitad. Los ultras de la afición local, la “Grada Vieja” empezaron de forma insistente con los “Puta Sevilla” y el “Yonkis y gitanos, sevillanos” que tanto nos ponen. La Policía nos rodeó y el final del encuentro llegó con el 0-3 que deja con los dos pies en octavos a nuestro equipo. A un Sevilla que se presentó con uniforme azul y pantalón y medias blancas, como homenaje a la última vez que visitó Logroño en competición oficial.
Nos fuimos con la chavalería. Nos habíamos hecho amigos de la gente que se ocupaba del control en Las Gaunas y, con facilidad, nos pusimos en la esquina. A partir de ahí, nos encontramos con Ale, María y Ángela, que no se tomaron muy bien un piropo que les lanzó Jaime nada más llegar. El propio Vice se encargó de “cagarse en la puta madre del linier, puto calvo de mierda” mientras lanzábamos un corner. En ese saque de esquina marcamos el primer gol. Los Biris, que habían traído todas las pancartas habidas y por haber, se cachondearon de la increpación de un calvo a otro calvo y el producto final en forma de gol.
Se animó. El ambiente fue más distendido y conocimos a los miembros de la peña sevillista de Zaragoza, con los que compartimos las cervezas que reflejamos al principio de la crónica. Alguno se perdió algún gol que otro, más que nada porque del encuentro nos enterábamos más bien poco. Al descanso, intentamos echarnos una foto con nuestra pancarta entregando la cámara a un recogepelotas. Se logró en segundo intento, porque en el primero un nacional se había abalanzado sobre Jaime de no muy buenas maneras invitándole a que no se saltara la zona acotada. Lo anecdótico del asunto es que Quique no recibió tal reprimenda haciendo exactamente lo mismo.
El clima, entonces, se enrareció. Fue de repente en la segunda mitad. Los ultras de la afición local, la “Grada Vieja” empezaron de forma insistente con los “Puta Sevilla” y el “Yonkis y gitanos, sevillanos” que tanto nos ponen. La Policía nos rodeó y el final del encuentro llegó con el 0-3 que deja con los dos pies en octavos a nuestro equipo. A un Sevilla que se presentó con uniforme azul y pantalón y medias blancas, como homenaje a la última vez que visitó Logroño en competición oficial.
EL CORTEJO
Como si estuviéramos en el Vicente Calderón o en La Palmera, la seguridad resultó ser máxima para sacarnos del campo. A la salida, los más radicales del UD Logroñés empezaron a seguirnos y a provocar a los allí presentes mientras los nacionales nos llevaban en medio del gentío. Sin duda, éramos la principal atracción y nos empezamos a alejar del estadio. Tanto es así que, con los de la “Grada Vieja” en el cogote y los insultos de unos y otros por bandera, hicieron conatos de acercarse con la consiguiente reacción policial. Nos querían matar y no sabíamos cómo íbamos a salir de ésta.
La tensión se incrementó. El cordón optó por la táctica de dispersar y despistar al personal. El cinturón se agrandaba y dejaban a nuestros aficionados en sus respectivos coches para que pudiesen salir “con viento fresco” y con seguridad. Claro, nos quedamos solo cuatro que nos íbamos a quedar esa noche en Logroño. Los maderos, que era un equipo de asturianos, nos invitó a dar una vuelta a la manzana y, solos, enfrentarnos a todo el percal que, a decir verdad, ya no se mostraba con tanta intensidad. Cariacontecidos llegamos al bar de siempre, repusimos fuerzas y nos marchamos totalmente camuflados.
A pata, y volviendo a la conversación de las mujeres y los kilos, llegamos a la Avenida de Portugal donde estaban Ale y compañía. El Presi estaba muerto de hambre pero no le dejaron cenar. Tanto es así que cogió y se marchó pateándose por todo el centro histórico, ya vacío, para ver si podía catar algo. Media hora después y por pena le abrieron un sitio donde logró cenar un tumaca con chapata. A la vuelta, el Vice me dijo que si íbamos a cenar. Cuando le informé que yo ya lo había hecho, pidió al encargado del pub que le sirviera comida. Lógicamente no tenía. Y preguntó donde estaba el sitio más cercano. Le indicaron cómo llegar a un kebab, pero como no se enteraba debido a la embriaguez, obligó a la mujer que le hizo las indicaciones a acompañarle, por temor al no retorno.
Sobre las dos decidimos recogernos. Nos hubiera gustado quedarnos más, pero a las 7:45 del día siguiente tocaba campana. Tras estar todo el día bebiendo, las eses fueron comunes en el regreso al hotel. Caímos muertos, al menos el presi. Y al día siguiente, ninguno de los dos perdonamos el buffet libre en forma de desayuno. En el viaje de vuelta, volando sobre 170 km/h, repasamos todo lo vivido, le dimos una vuelta a los temas de la peña y estuvimos de acuerdo que este tipo de viaje son necesarios y muy recomendables a pesar de la ruina económica.
Logroño quedará por un lugar que, si su equipo tiene la suerte de ascender, como otro punto más donde dará gusto visitar.
La tensión se incrementó. El cordón optó por la táctica de dispersar y despistar al personal. El cinturón se agrandaba y dejaban a nuestros aficionados en sus respectivos coches para que pudiesen salir “con viento fresco” y con seguridad. Claro, nos quedamos solo cuatro que nos íbamos a quedar esa noche en Logroño. Los maderos, que era un equipo de asturianos, nos invitó a dar una vuelta a la manzana y, solos, enfrentarnos a todo el percal que, a decir verdad, ya no se mostraba con tanta intensidad. Cariacontecidos llegamos al bar de siempre, repusimos fuerzas y nos marchamos totalmente camuflados.
A pata, y volviendo a la conversación de las mujeres y los kilos, llegamos a la Avenida de Portugal donde estaban Ale y compañía. El Presi estaba muerto de hambre pero no le dejaron cenar. Tanto es así que cogió y se marchó pateándose por todo el centro histórico, ya vacío, para ver si podía catar algo. Media hora después y por pena le abrieron un sitio donde logró cenar un tumaca con chapata. A la vuelta, el Vice me dijo que si íbamos a cenar. Cuando le informé que yo ya lo había hecho, pidió al encargado del pub que le sirviera comida. Lógicamente no tenía. Y preguntó donde estaba el sitio más cercano. Le indicaron cómo llegar a un kebab, pero como no se enteraba debido a la embriaguez, obligó a la mujer que le hizo las indicaciones a acompañarle, por temor al no retorno.
Sobre las dos decidimos recogernos. Nos hubiera gustado quedarnos más, pero a las 7:45 del día siguiente tocaba campana. Tras estar todo el día bebiendo, las eses fueron comunes en el regreso al hotel. Caímos muertos, al menos el presi. Y al día siguiente, ninguno de los dos perdonamos el buffet libre en forma de desayuno. En el viaje de vuelta, volando sobre 170 km/h, repasamos todo lo vivido, le dimos una vuelta a los temas de la peña y estuvimos de acuerdo que este tipo de viaje son necesarios y muy recomendables a pesar de la ruina económica.
Logroño quedará por un lugar que, si su equipo tiene la suerte de ascender, como otro punto más donde dará gusto visitar.
La Junta Directiva