¡¡DE COPAS POR MIRANDA... Y VITORIA!!
El jueves 28 de enero cuatro personas decidimos embarcarnos hacia Miranda de Ebro, un pueblo en la provincia de Burgos que está pegado a Vitoria. Paco, Fernandisco, Luciano y yo.
A eso de las nueve, Paco y un servidor quedamos. La idea era ir en el Mini Cooper de Utrera. Pero cuando fuimos a ver a Fernandisco nos dimos cuenta que no cabíamos ni de broma. Desayunamos con el hermano menor de los Martínez, y luego recogimos a Luciano. Nos fuimos dirección Anduva.
A eso de las nueve, Paco y un servidor quedamos. La idea era ir en el Mini Cooper de Utrera. Pero cuando fuimos a ver a Fernandisco nos dimos cuenta que no cabíamos ni de broma. Desayunamos con el hermano menor de los Martínez, y luego recogimos a Luciano. Nos fuimos dirección Anduva.
Cuando llegamos, Luciano dejó sus maletas en su hotel ya que él no volvía a Madrid con nosotros. Ya una vez allí, aparcamos en el centro de la localidad ibérica. Teníamos referencias de que era un municipio muy feo. Y lo era. Pero se comía bien, aunque nos limitamos a las tapas que nos ponían con la cerveza. En cualquier caso, empezamos en un bar donde teníamos que esperar a uno de los encargados de la Federación de Peñas para que nos diese nuestras entradas que cada uno se guardó. Después, un par de cervezas y un par de tapas pequeñitas que nos pusieron que no alimentaban ni a un peso pluma.
Después, Luciano nos comentó que tenía a unos amigos suyos de la a1000km en otro bar, y allá que nos fuimos. La verdad es que paseando por la calle nos sentimos muy a gusto. A veces nos paraban. La gente se comportó de forma muy amable. Llegamos al punto donde nos dirigíamos. Allí estaba Ale Monchi y más personajes con pinta de no haberse perdido un desplazamiento. Comimos unos bocadillos y unas tapas de tortilla. Y tras las cervezas, pasamos a las copas. Solo nos tomamos una en el segundo bar. A partir de aquí perdería la cuenta.
Nos dijeron que en el lugar de los ultras del Mirandés se estaba mejor. Y allá que fuimos. Tuvimos un tratamiento de escándalo en ese sitio, donde también se hallaban muchos sevillistas. Es más, aún siendo el bar de los más radicales, nos hicieron unos precios muy buenos para beber… ¡Y además nos pusieron el himno del Sevilla! Fue teimpo para estar entre amigos, conocer gente, hacernos fotos, sacar nuestras banderas, las pancartas de la peña… Muy buena gente. Muy agradable.
Después de este gran rato, llegó la hora del partido. Fuimos al campo andando aunque estaba lejos. Pero bueno, no pasaba nada. Había que quemar calorías. Ya dentro, esperamos que terminase de sonar el himno del Mirandés para cantar el nuestro a todo volumen. Y se escuchó. Pusimos la pancarta de nuestra peña al revés. Un desastre. Me acuerdo de las llamadas de Quique, nuestro Presidente de la peña, para que la pusiésemos bien. Pilló a Utrera con el móvil muerto, a Luciano cagando y a Fernandisco ya bastante pasadito.
El partido fue dominado por el Sevilla desde el penalti que transformó Iborra. En definitiva, la noche fue una comunión entre ambas aficiones. Por nuestra parte, se escuchó “el Mirandés es de Primera” aparte de alguno más. El partido acabó 0-3 (aquí el cronista puso 1-3) con victoria y pase a semifinales para el Sevilla, que era lo que menos trascendía. Más que nada porque lo más importante en el fútbol y que hace que tanta gente le guste es pasar un buen rato, cantar con tu equipo, estar entre colegas, y al final irse las dos aficiones juntas y de la mano. En el fútbol, las rivalidades deben quedarse dentro del campo.
Y asi fue. Tras el encuentro nos fuimos del estadio al pueblo todos mezclados departiendo con los hinchas del Mirandés. Comentamos el partido y nos intercambiamos bufandas. Volvimos al bar de antes y seguimos con la cháchara y la borrachera. Nos lo pasamos genial aunque algún idiota (tontos hay en todos los lados) se empeñara en amargarnos el viaje.
Quizás la celebración se nos fue un poco de las manos. Nos fuimos después a Vitoria donde había fiesta. Yo desistí cuando llegué a la ciudad gazteitarra. Me quedé durmiendo en el coche. En fin una locura. De alguna manera, un cono había aparecido dentro del maletero de nuestro vehículo… Por la mañana, volvimos.
Fue un viaje divertidísimo. Como experiencia personal es casi mi primer desplazamiento con el Sevilla, y puedo asegurar que no será la última ocasión. Será el primer viaje de una larga tanda. Estos momentos únicos son los que enriquecen el fútbol y a uno de las mejores aficiones, la nuestra.
Después, Luciano nos comentó que tenía a unos amigos suyos de la a1000km en otro bar, y allá que nos fuimos. La verdad es que paseando por la calle nos sentimos muy a gusto. A veces nos paraban. La gente se comportó de forma muy amable. Llegamos al punto donde nos dirigíamos. Allí estaba Ale Monchi y más personajes con pinta de no haberse perdido un desplazamiento. Comimos unos bocadillos y unas tapas de tortilla. Y tras las cervezas, pasamos a las copas. Solo nos tomamos una en el segundo bar. A partir de aquí perdería la cuenta.
Nos dijeron que en el lugar de los ultras del Mirandés se estaba mejor. Y allá que fuimos. Tuvimos un tratamiento de escándalo en ese sitio, donde también se hallaban muchos sevillistas. Es más, aún siendo el bar de los más radicales, nos hicieron unos precios muy buenos para beber… ¡Y además nos pusieron el himno del Sevilla! Fue teimpo para estar entre amigos, conocer gente, hacernos fotos, sacar nuestras banderas, las pancartas de la peña… Muy buena gente. Muy agradable.
Después de este gran rato, llegó la hora del partido. Fuimos al campo andando aunque estaba lejos. Pero bueno, no pasaba nada. Había que quemar calorías. Ya dentro, esperamos que terminase de sonar el himno del Mirandés para cantar el nuestro a todo volumen. Y se escuchó. Pusimos la pancarta de nuestra peña al revés. Un desastre. Me acuerdo de las llamadas de Quique, nuestro Presidente de la peña, para que la pusiésemos bien. Pilló a Utrera con el móvil muerto, a Luciano cagando y a Fernandisco ya bastante pasadito.
El partido fue dominado por el Sevilla desde el penalti que transformó Iborra. En definitiva, la noche fue una comunión entre ambas aficiones. Por nuestra parte, se escuchó “el Mirandés es de Primera” aparte de alguno más. El partido acabó 0-3 (aquí el cronista puso 1-3) con victoria y pase a semifinales para el Sevilla, que era lo que menos trascendía. Más que nada porque lo más importante en el fútbol y que hace que tanta gente le guste es pasar un buen rato, cantar con tu equipo, estar entre colegas, y al final irse las dos aficiones juntas y de la mano. En el fútbol, las rivalidades deben quedarse dentro del campo.
Y asi fue. Tras el encuentro nos fuimos del estadio al pueblo todos mezclados departiendo con los hinchas del Mirandés. Comentamos el partido y nos intercambiamos bufandas. Volvimos al bar de antes y seguimos con la cháchara y la borrachera. Nos lo pasamos genial aunque algún idiota (tontos hay en todos los lados) se empeñara en amargarnos el viaje.
Quizás la celebración se nos fue un poco de las manos. Nos fuimos después a Vitoria donde había fiesta. Yo desistí cuando llegué a la ciudad gazteitarra. Me quedé durmiendo en el coche. En fin una locura. De alguna manera, un cono había aparecido dentro del maletero de nuestro vehículo… Por la mañana, volvimos.
Fue un viaje divertidísimo. Como experiencia personal es casi mi primer desplazamiento con el Sevilla, y puedo asegurar que no será la última ocasión. Será el primer viaje de una larga tanda. Estos momentos únicos son los que enriquecen el fútbol y a uno de las mejores aficiones, la nuestra.
Pablo Lumbreras